miércoles, 7 de mayo de 2008

El día perfecto de Demis

En mi día perfecto me despierto temprano, pues me gusta la mañana. En mi desayuno en un formidable hotel en el corazón de Madrid, tomo un jugo de naranja, y como unas galletas artesanales con mucho pan, queso y jamón. Hay mucho que conocer. Tomo un taxi y voy hasta la Plaza Mayor. ¡Qué momento! Tantos años para conocerla. Voy a tomar una taza de café en una cafetería y pregunto a un señor muy simpático si la Gran Vía está lejos de allí. Cuando él descubre que soy brasileño me hace tantas preguntas de Brasil que pierdo la noción del tiempo. Voy a Gran Vía y hago muchas compras. Ropas, relojes, perfumes, libros, gafas… Compras para mí y para regalo, pero lo que más me impresiona es que todo parece barato, nada es caro para mí en este día, llevo mucho, mucho dinero. Hora del almuerzo. Nada como una legítima paella española echa en España con una copa de vino tinto español. Miro por la ventana del restaurante y veo el sol radiante, el cielo azul y todas las personas con sonrisa en la cara. No tengo ganas de me levantar de la silla. Todo se va bien. Tomo un autobús turístico para hacer una especie de “city tour”. Conozco la Puerta del Alcalá, el Museo Municipal, la Plaza de Colón, la Plaza de España, el Museo del Prado, el Parque del Retiro y por fin el Real Jardín Botánico. Ya es noche, pero el día no terminó. Vuelvo al hotel, me ducho y salgo por la noche madrileña. Voy a una presentación de danza flamenca, donde como y bebo mucho hasta tarde de la noche. Volviendo para el hotel, veo la ciudad calada, tranquila y bien iluminada. Cuando menos espero, estoy en mi cuarto, sobre mi cama descansando y viendo la tele y en poco tiempo ya estoy durmiendo.
DEMIS (A1)

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